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viernes, 26 de febrero de 2016

Ocho razones por las que merece la pena subir escaleras (y bajarlas)

Damas, caballeros, diablos de toda clase y condición: presten atención porque voy a tener la osadía de llevarle la contraria a un gran físico en mi siguiente post defendiendo que subir tres pisos de escaleras (y bajarlos) sí merece la pena. Y además voy a tener el morro de utilizar sus propias palabras en uno de mis argumentos.

Hace unos días que estoy leyendo Por amor a la física, de Walter Lewin. Sí, el mismo que me inspiró la sexta entrega de mis minicuentos. Este señor, doctor en física, fue profesor en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y, al parecer, sus clases eran antológicas, televisadas, con unos índices de audiencia altísimos (al menos para estar orientados a minorías) y con un enlace propio en Wikipedia. Sus cursos abiertos online son de los más vistos, la gente le escribe en masa para consultarle dudas, mostrarle los resultados de sus experimentos y él responde a cada uno de ellos. Una auténtica estrella con supernova incluida (eso podéis investigarlo vosotros mismos, que me voy por las ramas).
mujer subiendo escaleras
I see 3 office ladies, de hyperspace328
En el capítulo 9 del libro, “Conservación de la energía. Plus ça change...” dice que la energía que gastamos (se refiere a una persona con una actividad física moderada o incluso baja) haciendo las tareas habituales es tan pequeña que podríamos ignorarla a la hora de equilibrar lo que comemos. Creo que se refiere a que para hacer la colada o pasar la aspiradora no nos hace falta meternos una hamburguesa entre pecho y espalda. Hasta aquí de acuerdo. Es en su demostración cuando empiezan las discordancias. Pone el ejemplo de los tres pisos, justo los que yo tengo ahora hasta mi oficina.

jueves, 18 de febrero de 2016

Lo que me inspira la música (6): Cuestión de física


Simplificando, el principio afirma que, para flujos de líquido y de gas, cuando aumenta la velocidad del flujo disminuye su presión.*

Mira el amanecer y sus pensamientos vuelan hacia las nubes grisáceas que empiezan a tapar el cielo. Imagina las alas del avión, subiendo y bajando los alerones. ¿Estará relacionado con el principio de Bernoulli?

  
There you’ll be le parece sosa. No sabe si porque no pega nada bien con el libro de Walter Lewin, porque aborrece la película o porque realmente no tiene gracia. Siempre la transportaba al verano del 2001, cuando su amiga Ana fue a ver Pearl Harbor. Estaba enamorada de un vampiro y se divertía mucho más cuando en sus cartas le contaba sus encuentros y desencuentros en el portal que cuando le hablaba sin parar de Ben Aflleck. La canción ya no significa nada y eso la sorprende. Aunque se acaben, casi todas las relaciones aportan algo. Está claro que la relación con Ana no le dejó nada, desapareció tan rápido como un avión del baúl de los recuerdos importantes. Quizás debería quitarla del ipod.
   




* Walter Lewin. Por amor a la física. Barcelona: Debolsillo, 2014, p. 93.