En mi casa intentamos tirar la menor cantidad de comida posible. En eso me educaron y eso es a lo
que estoy acostumbrada. Vivir sola dificulta la tarea. Hay muchos alimentos que
vienen envasados en cantidades que, sin ser tamaño familiar, son excesivas para
una persona. Aun así, intento aprovecharlos al máximo planificando mi menú con
cuidado, pensando las recetas no solo de semana en semana y congelando. Tengo
que reconocer que a veces se me estropea la fruta. Nadie es perfecto.
No sé si he hablado de las
comidas que se organizan en mi curro. Posiblemente lo he mencionado. Incluso es
un tema que me llevaba rondando la cabeza para el blog desde hace unas semanas
a propósito de cómo llevo la dieta. Tengo algo escrito sobre ello pero no me
gusta lo que se lee entre líneas y está en reposo hasta que tenga la mente lo
suficientemente lúcida como para perfeccionarlo. Mientras, me ha surgido la
posibilidad de hablar de esos caterings por algo que me pasó ayer. En estas
comidas siempre sobra algo, si es menú un poco menos porque les preparan los
platos aquí. Pero en los desayunos, meriendas y comidas a base de bocadillos o
bollería sobra un mundo. Muchas de mis compañeras piden de más para que coma
toda la oficina o para llevar a casa, el problema es que sobra demasiado. Un
derroche.