Mostrando entradas con la etiqueta Inspiración. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Inspiración. Mostrar todas las entradas

lunes, 4 de abril de 2016

Lo que me inspira la música (7): Espera bajo la lluvia

Espera en la esquina de siempre a que aparezca y pase sin verlo, caminando como si flotara en una nube sin importarle nada lo que sucede a ras de suelo. La lluvia lo empapa, hace tiempo que se coló por alguna rendija al interior de sus zapatos y está empezando a traspasar el abrigo, pero la espera vale la pena, quizás sea hoy el día en que a ella le llame la atención algo del mundo real y al fin se dé cuenta de que coinciden cada mañana. Le da igual tener esas pintas, empapado, el pelo aplastado contra la piel y temblando como si tuviera miedo. Miedo de ella.


En el interior de un coche parado en el semáforo suena Non lo dirò col labbro. No sabe cómo se titula, solo le suena la música de una peli que una de sus ex veía una y otra vez. Luz verde. El coche avanza dejando libre su campo de visión. Al fondo de la calle, después de la curva, aparece la figura envuelta en un abrigo rojo, mirando a un mundo que solo existe en su mente. Se agacha para observar algo en el suelo. Él no alcanza a ver que son las primeras amapolas de la temporada, los pétalos empapados y aplastados unos contra otros, encorvadas por la lluvia, temblando por el viento, como si le tuvieran miedo al frío inesperado. La chica del abrigo rojo, ella, las toca con dulzura. Avanza un paso y se para de nuevo. Saca su móvil del bolsillo y les hace una foto a las delicadas flores que, sin estar en su mejor momento, anuncian ya la llegada de la primavera.

jueves, 18 de febrero de 2016

Lo que me inspira la música (6): Cuestión de física


Simplificando, el principio afirma que, para flujos de líquido y de gas, cuando aumenta la velocidad del flujo disminuye su presión.*

Mira el amanecer y sus pensamientos vuelan hacia las nubes grisáceas que empiezan a tapar el cielo. Imagina las alas del avión, subiendo y bajando los alerones. ¿Estará relacionado con el principio de Bernoulli?

  
There you’ll be le parece sosa. No sabe si porque no pega nada bien con el libro de Walter Lewin, porque aborrece la película o porque realmente no tiene gracia. Siempre la transportaba al verano del 2001, cuando su amiga Ana fue a ver Pearl Harbor. Estaba enamorada de un vampiro y se divertía mucho más cuando en sus cartas le contaba sus encuentros y desencuentros en el portal que cuando le hablaba sin parar de Ben Aflleck. La canción ya no significa nada y eso la sorprende. Aunque se acaben, casi todas las relaciones aportan algo. Está claro que la relación con Ana no le dejó nada, desapareció tan rápido como un avión del baúl de los recuerdos importantes. Quizás debería quitarla del ipod.
   




* Walter Lewin. Por amor a la física. Barcelona: Debolsillo, 2014, p. 93.

jueves, 4 de febrero de 2016

Lo que me inspira la música (5): Ojos verdes

Mediodía. Sala de espera del salón de belleza. Vacía. De fondo, una emisora con música. Termina una canción ochentera a la que no ha prestado atención. El libro la tiene atrapada como un imán hasta que empieza a sonar I want to know what love is y rompe el maleficio.



La mirada perdida en la puerta de la calle que parece abrirse a los recuerdos más recientes: su primer encuentro cuando él le pidió un bolígrafo, el último cuando la besó después de proponerle una cita. Su primera cita en meses. ¿Por qué no ser sincera con una misma? La primera en un par de años. Y ahí está en ese salón, esperando a que le hagan la cera completa por si pasa algo. Tiembla, tiembla pensando en sus ojos verdes que un día la vieron brillar a través de la niebla.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Lo que me inspira la música (4): Luces en la carretera




La gran ciudad le encantaba, con sus cuestas empinadas cayendo al mar, las luces, las calles nunca desiertas. Había sido una visita relámpago para participar en un concurso de grupos musicales. Solo les había dado tiempo a tomar un chocolate y cantar. Volvía a casa con la alegría descafeinada de ser los únicos participantes en la categoría infantil y no haber pisado las calles más que unos pocos minutos. En el microbús, todos iban en silencio, durmiendo tras un día intenso. Él sentado delante, junto al conductor y su esposa, vigilando la carretera, protegiendo del sueño al que conducía. Creía en su inocencia que, si no se dormía, el conductor tampoco lo haría.

Era la época en que la autopista todavía no estaba ni en papel. La circulación era bastante densa, sobre todo en dirección a la ciudad, a la fiesta. Al final, ni las luces que venían en sentido contrario, ni sus ansias por mantener los ojos abiertos impidieron que echara una cabezadita. No fue muy larga. La falta de movimiento lo despertó. Incluso con su corta edad comprendió que no era normal la caravana en su carril y el vacío en el de al lado. No sabía lo que pasaba en la parte de atrás, pero notaba que sus acompañantes de vanguardia tenían el estómago tan encogido como él.

El avance era muy lento, no sabía si quería llegar a donde estuviera el problema. Inevitable. El punto crítico lo señalaron unas luces naranjas en silencio y los gritos de unos hombres dándose instrucciones unos a otros, desesperados por salvar una vida de un montón de chatarra. No miró en detalle cuando el microbús se detuvo, prefirió quedarse con la idea de un final incierto pero feliz.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Lo que me inspira la música (3): Corre, corre

Baja corriendo las escaleras del trabajo para no llegar tarde a la reunión. La acompaña una canción que desde el fin de semana no sale de su cabeza. Corre, corre…


Llega tarde. Tener clase de gimnasia justo después de comer es lo peor, ¿a quién se le ocurrió esa idea? Pero hoy es distinto: el profesor en prácticas está buenísimo y, sobre todo, es mucho mejor que su profesora de siempre. Así que corre, corre para no entrar cuando los demás ya estén dando vueltas al gimnasio. Atraviesa lo más veloz que puede el ala derecha del edificio. Al fondo del pasillo oscuridad. ¡Bien! La gente todavía está en la puerta y no deja pasar la luz.

Entra de última y vuelve a correr. Ya ha hecho el calentamiento, pero no puede quejarse. Al menos tiene como recompensa mirar esos ojos azules como el océano. Ni la espantosa música de las Spice la desanima en ese momento. De pronto se da cuenta de que ella querría dedicarle la canción y nota cómo un calor veloz como la luz, y que nada tiene que ver con la carrera, sube desde la punta de sus pies a su cara. Lástima que esos ojos ni la miren ni la vean.

martes, 26 de mayo de 2015

Lo que me inspira la música (2): Día del orgullo friki



Mueve la rueda del iPod, no sabe qué escuchar. Se para sin querer en la banda sonora de Los tres mosqueteros. Sí, puede valer, hace siglos que no le dedica un rato. Empieza a sonar All for love.

El tren se para. Movimiento de gente. De pronto, una cara conocida… uf, no. Se parece a K. Mucho. Por suerte no lo es, no le apetece encontrarse a nadie del trabajo en su regreso a casa. Tampoco se lo imagina subido a un tren, qué tontería pensar que podía ser él. El doble de K. se sienta, puede verlo de frente. No está tan bueno, pero sí alegra la pestaña. Fijándose en él… es posible que hayan coincidido antes. Seguramente hoy lo vio desde otro ángulo, la posición justa para que le recordara a otra persona. No se parecen tanto.

Let's make it all for one and all for love

Como en los sueños, su mente vuela a otro lugar, a otro tiempo. De pronto se acuerda de su amiga Vanesa, probablemente porque las dos veían Heroes y ahí trabaja Sendhil Ramamurthy, indio como K. Recuerda de pronto que todavía no le ha enviado un mensaje para desearle feliz día del orgullo friki. Se pone una nota en el móvil para llamarla cuando llegue a casa.

jueves, 14 de mayo de 2015

Lo que me inspira la música (1): Amigos que no están


Valerie suena a tope en su ipod. El ritmo se apodera de ella y la distrae de la lectura. Levanta la vista del libro y mira al infinito, a las colinas secas que pasan. Empieza el estribillo. Al regresar a la lectura se fija en el brazo que tiene enfrente. Fuerte, musculoso, sin vello. Le resulta conocido, se parece a otro… quizás era un poco más delgado, pero son igual de pálidos. Le gustaría tocarlo, sentir la piel. Tiene pinta de ser suave… Se ha puesto nerviosa pensando en el pasado, haciendo un viaje paralelo montada en sus recuerdos, muy muy lejos del tren.

Paco se cuela desde el canal recordatorio de al lado:

—Pero… ¿no tiene nada de vello? ¿Ni… ahí…? —baja la mirada para indicar la entrepierna, de pronto le ha entrado la vergüenza.

Una sonrisa asoma y se hace cada vez mayor, también más amarga. Lo echa de menos. A Paco, no al dueño del brazo.