martes, 21 de noviembre de 2017

La gran teoría de las llaves maestras

Dos llaves de oficina
La pareja de la cajonera, de Dorotea Hyde.
Enlazadas en rojo. Estábamos predestinadas. 
Me encanta cuando la gente se pasa de lista y a continuación se la pega. Sé que no es ni tolerante, ni paciente, ni amable. Me da igual, voy a saltarme todas las lecciones de autoayuda.  Si a alguien le gusta que se pasen de listo con él o ella o disfruta mientras lo humillan y lo dejan quedar como una escoria que no tiene ni idea de nada, que se pase por los comentarios y lo diga. Respetaré su masoquismo, pero yo odio que me traten como una imbécil, que vengan a hablarme como si no tuviera ni idea de nada aunque esté razonando y justificando mis réplicas y la otra persona simplemente esté siendo sabionda, chuleándose como si hubiera hecho el descubrimiento del siglo, como si tuviera el poder del conocimiento universal y divino. Más allá de tener razón o no, me encanta que esa persona se lleve el chasco y se hunda en un agujero (cavado por ella misma).

Esto viene a cuento, cómo no, por algo que ha pasado en la oficina a primera hora de la mañana. Si a última hora de la tarde mi nivel de saturación está a punto de estallar por el tiempo que llevo aguantando a las locas, que me toquen los morros con gilipolleces nada más entrar me saca de quicio. Aún no había terminado de iniciarse el ordenador y ya me habían tocado las narices los de la compañía de teléfonos, así que cuando llegó Sandra estaba en posición defensiva para cualquier tocaovarios que osara cruzarse por delante de mí. No podía ser otra.

Llave sobre fondo negro
Keys, 2015, de Matt Artz
Mira, me dice, ¿ves estas llaves que no son iguales y no se parecen en nada? Pero en nada [me enseña dos llaves, una dentada y otra lisa]. Pues abren todas las cajoneras, porque esta [me enseña la llave con dientes] es la de mi cajonera de allá [el edificio donde trabajábamos antes], la encontré hoy, la he probado aquí y también la abre. Cuando terminó la frase, el tono de superioridad ya estaba bastante altito, después de haber ido in crescendo desde “pues abren todas las cajoneras”. Y continuó presentándome su teoría porque no es que esas llaves abren todos los cajones sino que en realidad TODAS las llaves abren todos los cajones, da igual cerrar que no cerrar. Lo siento, aquí tuve que meter baza porque, por el misterioso azar que a veces nos rodea, podía ser que esa llave dentada que parecía de juguete fuera una llave maestra que lo abriera todo, pero no todas las llaves abren todas las cajoneras. He tenido unas cuantas desde que estoy en este trabajo y han pasado algunas llaves más por mis manos y ninguna funcionaba en otro mueble que no fuera el suyo. Puede que fuera una casualidad, que fuera una llave maestra o que usen los moldes al azar en varias cajoneras, pero solo le faltó decir que con esa llavecita coqueta y un poco barroca podría abrir hasta la caja fuerte del Banco de España.

Que te digo que sí. Ay, qué pesada es esta niña vieja, de verdad no sé por qué tengo que aguantar este tormento. Pruébalas en la tuya que ya verás como la abren. Y ni la puntita entró. Ni la puntita. Qué esfuerzos tuve que hacer para no reírme en su carota mientras su cabeza repetía una y otra vez tierra trágame en un silencio que yo podía leer. Es más, estoy segura de que en cuanto se quede sola va a venir a mi cajonera a probarlas, no vaya a ser que yo haya fallado la puntería a propósito. Seguramente después lo intentará en la de Sara Pestes y, si en esa le funcionaran, sería el colmo del destino después de los follones que montó antes, durante y después de la mudanza insinuando que todos éramos unos ladrones.

Llave clavada en el centro de un corazón pintado en la arena
La llave del corazón, de Gamaliel Espinoza. Si la llave de la
historia es maestra, podría abrir un corazón, unas esposas e
incluso un cinturón de castidad (muy conveniente para ella).
No creo que haya podido transmitir en unos pocos párrafos ni su tono ni su arrogancia, tan típicos de ella a pesar de la falta de seguridad en sí misma, excepto cuando se enfrenta a alguien que cree inferior. Arrollar a los demás con sus opiniones y no escuchar lo que tienen que decir quizás es su forma de hacerse oír en casa o de desquitarse del ninguneo a la que la somete su marido (ya sabéis que he oído sus conversaciones y tienen tela marinera). Solo que algunos no cedemos a sus imperiosos arranques de autoritarismo y, aunque tampoco ando sobrada de seguridad en mí misma, sé perfectamente cuando tengo razón.

Después del fracaso del experimento estuvo un rato callada pero, como siempre, se le pasó el enfado demasiado pronto. Si fuera ella, en vez de emplear sus energías socializando conmigo, intentaría recordar qué abre esa llave realmente. Solo en su imaginación es la de la cajonera del otro edificio. Teníamos el mismo modelo y las llaves tenían la cabeza de plástico negro. La que me mostró era totalmente metálica y con un diseño bonito. Siempre tuvo las dos que nos dieron, así que no tengo ni idea de dónde sacó esta. Supongo que como el tamaño era similar, la asoció a la cajonera y se montó su película. En eso es experta. Pero si recordara, si pensara en la buena dirección sin estar tan enfocada en impresionarme con sus deducciones de detective barata, podría llevarse una sorpresa. Y yo, como siempre, me quedo pensando mal y en verde sobre el tema.

4 comentarios:

  1. Vivir el momento no es nada fácil pero es la única manera de poder ser feliz. el pasado que tuve no lo tengo y el futuro estará por venir. Creo que analizas demasiado ...a mi me pasa lo mismo ....Las ideas dan vueltas en la cabeza y se van agrandando. Lo ideal es achicarlas. Por la noche se alargan mas dando tantas vueltas que no me dejan dormir
    Eres increíblemente dulce y buena escritora
    Trata de sintetizar y veras que asi te sentiras mejor
    Asi aprendi a mejorar mis pensamientos
    abrazos bella van para vos

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    1. Qué buenos consejos, Recomenzar. Acertaste en todo. :) Poco a poco voy trabajando en ello, aunque no consigo acertar demasiado.
      Un abrazo enorme.

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  2. Pues menos mal que después de eso no te hace pagar su derrota y la emprende contigo por otros medios. Lo que llama la atención es que se tome como algo tan importante lo de sentirse suprema teniendo razón en un tema tan modesto. La vida con su marido debe ser un relato de terror. Uno en que una pareja está junta para molestarse mutuamente y no ser felices ni por casualidad. Pero en tu relato todo cuadra tan bien que me da que podrías sacar petroleo narrativo de cada cinco minutos que pasas en tu trabajo. Qué bien escribes. Un saludo.

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    1. Mil gracias, Sergio. No sabes lo que me animan tus palabras. En este último mes podría haber sacado un post de cada día que vine a trabajar. Me volví loca con tanta idea y al final estuve sin publicar más tiempo del habitual.

      Lo de la venganza, no lo lleva a cabo por su falta de autoestima... supongo. A mí también me sorprendió lo de la llave, la conozco muy bien en muchos aspectos, pero el funcionamiento de su lógica sigue siendo un misterio para mí.

      Un abrazo.

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