lunes, 23 de mayo de 2016

Necesidad de hablar

Shup up
Yes please, de Allert Aalders
Hay clase en el aula del edificio. He mencionado varias veces esta aula pero nunca la he descrito. Es un anexo prefabricado que siempre he imaginado que fue añadido por mi empresa. No pega ni con cola con el edificio, pero los dos son bonitos. El aula tiene paredes exteriores transparentes y el edificio es un chalet típico de Madrid con una parravirgen que en verano cubre de hojas gran parte de la fachada. El aula puede dividirse en dos gracias a un panel movible, tiene acceso directo desde el exterior y también una puerta interior que la comunica con el edificio. El movimiento se produce la mayoría de las veces por las actividades que se organizan en el aula y/o en el patio y no por los que trabajamos aquí. Hoy es la excepción, ni se les ve ni se les oye. No sabemos exactamente de qué es la clase, pero mis compañeras me han dicho que los asistentes no pueden hablar. Imaginamos que es algo relacionado con la meditación. Los van a poner a prueba llevándolos a comer a un restaurante. Repito que no pueden hablar. No, tampoco en el restaurante. Silencio durante ocho horas en las que se acumularán cientos de emails en su bandeja de entrada. Los contestarán mañana mientras estén con sus hijos en el zoo.

viernes, 13 de mayo de 2016

Embarrados y negacionistas: el derecho a estar triste y feliz solo para ellos

Grief, Sculpture Girl Chemistry
Girl and grief, de x1klima
Hace un tiempo, Rita defendía en su post Consejos vendo y para mí también tengo el derecho a ser feliz y que no te miren mal. Porque es verdad, molesta ver felices a los demás. Ay, las envidias y los celos (y probablemente algún que otro desorden) cuánto daño hacen. Sin embargo, también molesta lo contrario y no por empatía precisamente. Si la persona que ve la tristeza está viviendo un momento de su vida extraordinario, ya ni cuento cuánto le jode. Casi casi me ha salido un trabalenguas. Mi conclusión, la misma que para otras muchas situaciones: nos molesta todo. ¿Acaso cuesta tanto compartir la felicidad ajena y ser empáticos con el que está pasándolo mal? Este blog no recibe muchas visitas, pero igual algún avispado se le ocurre pensar que por qué vengo ahora con estas historias si hace poco escribía sobre lo molesto que es aguantar los llantos en los zulos y neozulos. Pues sí, esos llantos son molestos porque son un exceso fingido. Y también es molesto el egoísmo que esconden esas lágrimas, pero no voy a adelantarme.