miércoles, 25 de febrero de 2015

Diario de un "Ascenso" (4): a punto de tocar fondo

Lunes 23 de febrero de 2015

12:30h

Llega la Rotten. La oigo venir, no me da tiempo a huir, ya está en el pasillo. Me fastidia porque me vaya o me quede interrumpe lo que estaba haciendo, ella que tanto se queja de los que la interrumpen.

Hoy viene con novedades, tenemos para rato. Le han ofrecido sitios para cambiarse, ninguno le gusta, claro. Estoy cansada de oír siempre lo mismo. Historias con la aspiradora, huevos y larvas bajo la moqueta, bichos y huevos en las medias, bichos y huevos que caen en la ducha, bichos y huevos en las mantas. Está francamente mal, lo de la ducha me ha superado.

Sandra, Ana y yo escuchamos en silencio. Ya no le contestamos, ¿para qué? No entra en razón porque la razón la abandonó hace tiempo. Jura que nunca volverá a esa planta, ni para llevarle papeles al súper jefe. Tendrá que buscar otra secretaria. Necesita a alguien que esté en la misma planta que él para controlar quién llega y quién se va, si  está hablando por teléfono o le puede pasar la llamada. Si buscan una nueva secretaria para el súper, se quedaría colgando, sin jefe directo. Y, a no ser que la coloquen en una centralita, sin tareas específicas. Los cabos sueltos no son buenos ni en las historias, ni en las empresas. También perdería el estatus que le otorga ser la secretaria del súper jefe, no tendría ese “poder” ni nadie para protegerla. Lo bueno, para mí, sería que no dependería de ella y la vería menos. Todos queremos verla menos.  A algunas nos da la impresión de que su jefe y mi jefa quieren deshacerse de ella. El problema es que es muy conocida, nadie la aguanta y, desde el asunto de las pulgas, menos. No tienen donde meterla.

16:54h

Un email de Esther entra en mi bandeja de entrada: “LA ROTTEN”. Pongo en marcha el protocolo. Bloqueo el ordenador, cojo el móvil y un sobrecito de manzanilla… y ya está en la puerta. Es una mierda estar en la primera planta. Este zulo al fondo del pasillo es una ratonera. Empieza a soltarme su rollo de siempre. De verdad que hoy empiezo a sentirme como en septiembre. Menos mal que me ve de pie, con la infusión y no quiere entretenerme (mentira). Me voy acercando a la puerta, lo malo es que ella la bloquea. Mientras le meto presión le da tiempo a contarme que no piensa quedarse en ese edificio. Hace poco más de una semana juraba que no la sacarían de ahí. Eso fue cuando tenía manía persecutoria y creía que una compañera estaba haciendo brujería para echarla de allí. Vale, lo de la brujería me lo he inventado, pero tal como lo contaba, sonaba a eso.

Va a hablar con el súper para que le busque un huequecito en un sitio sin moqueta, le da igual dónde, pero que no haya moqueta, es lo único que tiene claro. Moqueta, moqueta, moqueta… ¿Por qué no deja de venir a nuestro zulo? Para darnos el coñazo le es indiferente lo que cubra el suelo. Si las pulgas van con ella, debería haber unas cuantas en este agujero, pero aquí no siente nada. Voy a dejar de cuestionar todo por un rato, en esta historia nada tiene sentido.

Poco a poco la saco al pasillo. En vez de bajar en ascensor, como siempre, me (per)sigue por las escaleras, hasta la cocina. Por suerte no entra y se va. Solo cinco minutos.

17:02h

Regresa. Acoso otra vez. Entra en la cocina y me pide permiso para llevarse un par de paquetes de folios. Primero, yo no soy la responsable del papel aunque la fotocopiadora esté al lado de mi zulo. Segundo, no quiero que me pase informes, no quiero tener con ella nada que no sea lo imprescindible. A estas alturas de la tarde me tiene tan harta que le contesto un poco mal.

17:30h

Estoy en la fotocopiadora con Caroline dándome el coñazo. Hoy no es mi día. La pobre cada día me recuerda más a la Rotten, hablan y hablan y hablan sin importarles lo que sienten los demás. Esta es otra que te persigue por el pasillo al tiempo que dice que está muy ocupada para hablar. Suena un teléfono. Entre el ruido de la máquina y el parloteo no sé si es el mío o no. Da igual, será la Rotten.

19:02h

No me equivocaba. Miro el teléfono y ahí está el registro de la llamada perdida. Me vio tres veces, que no me venga con la historia de que se le olvidó algo. No cuela.

No quiero verla más. Ya se la podía haber tragado la tierra durante el terremoto.

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